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Recuerdo PP

8/9/10

Don José Carrasco Tapia
Presente
Para usted mi humilde homenaje
Querido PP:
Un año más de tu partida, no sé de qué forma ha pasado el tiempo, esa manera tan rauda de vivir en la que nos encontramos inmersos, que hace que ni siquiera, la mayoría de las veces, podamos detenernos como debiéramos, a hacer un análisis profundo, como tú decías, a reflexionar y analizar qué pasó con nuestros sueños; hoy me he dado ese permiso y he puesto freno al quehacer, para dedicarte este pequeño pero profundo espacio de tiempo en mi ajetreado día. Ayer pensé en pasar a recordarte en el lugar donde hicieron que nos dejaras sin tu presencia física, pero al estar allí no hubiese podido dejar de sentir rabia, impotencia, dolor y lo más seguro es que nuevamente las lágrimas hubiesen salido de mis ojos sin poder evitarlo, y pensé en que era hora de recordar al amigo, al hermano y confidente, no tan solo de las batallas políticas, sino al hombre común que era capaz de identificarse con aquel que lo necesitara hasta en las nimiedades y trivialidades que nos da la vida.

A menudo estás presente en mis pensamientos y los recuerdos afloran pero no con la calma que debieran, con la paz que debiera y con la alegría y serenidad que debiera después de tanto tiempo. Hoy, a un año más del inicio a ese viaje que te llevó al lugar desconocido donde te encuentras, quiero contarte algunas cosas, no de lo qué pasa en nuestro Chile, ni de lo bueno o malo que hacen los políticos, ni de los sueños cumplidos o por cumplir o que no se cumplirán nunca, tampoco de lo injusto o justo que nos ha tocado enfrentar, sólo quiero hablarte de lo cotidiano y de algo tan importante como son nuestros hijos, quiero ser simple y recordarte como lo que fuiste: el compañero, el amigo que tantas veces estuvo a mi lado, imaginarte con tu “chaquetón azul marino”, sentado a mi lado con la mirada y el oído atento a todo desde lo más “importante” hasta lo más sencillo e inesperado que puede salir de mi boca, me imagino conversando de los hijos y sus familias. 

Te contaré que, en ocasiones, sé de tu “Ivancito”, ese niño que corría inocentemente por el largo camino que nos llevaba al campamento “Melinka”, allá en Puchuncaví; le pregunto a Gabriela si sabe de él, ya que fueron compañeros, a veces lo he visto en algún lugar en que se te recuerda o en alguna de sus actividades, la última vez que estuve junto a él fue en un día como hoy, en el cual te estábamos recordando muchos de los que te queremos. Iván estaba con su mujer y sus hijos, o sea, abuelo Pepe, con tus nietos. Luciano ya no estaba entre nosotros, tampoco Humberto y Graciela, tus padres; sí pude conversar con tu hermano y el resto de la familia. De tu nieta Luna no supe más, después que Luciano partió, pensé en visitarla de vez en cuando para ver como crecía, pero como te dije al principio, y no es una justificación, estoy metida en esta vorágine de vivir y tratar de estar vigente, llevando de la manera más digna posible lo que me toca vivir.

Sé que te causará alegría lo que te contaré, y para que lo comentes con quienes me conocen y que están contigo, mi hija Gabriela me ha dado otra nieta, ya son tres, Anahí, Amanda y Amparo, nuestras semillas siguen dando frutos a nuestra patria y de los buenos.

Querido Pepone, quise que mi recuerdo fuese diferente a otros años y no he derramado ni una sola lágrima, mi alma está en paz, como si te fuera a ver mañana, quiero decirte que seguiremos conversando o que te llamaré mañana y te seguiré contando de lo humano, lo divino y lo cotidiano, esas pequeñas grandes cosas que también eran y me imagino son importantes para ti.

En este día en que recuerdo el viaje al que partiste de manera tan abrupta o, mejor dicho, ese viaje en el que sólo te compraron pasaje de ida aquellos que le temían tanto a tu carisma, tu inteligencia, tu humildad y que pensaron que sacándote de este paisaje te olvidarían, quiero decirte, que te quiero mucho, te recuerdo, le cuento de ti a quien quiera escuchar y lo seguiré haciendo, tu paso por esta tierra fue y será un ejemplo para nuestros hijos y nuestros jóvenes, tu vida revolucionaria no ha sido en vano, la cosecha sigue siendo buena o mejor dicho excelente. Un beso grande y como te gustaba despedirte y emulándote, HLVS.

Ángela o Lucía o Gabriela o Rucia o Gringa o como quieras decirme, quizás tengas una “chapa” nueva para mí, cualquiera sea, la acepto compañero.

Santiago, 2010.

Padres

6/6/09

Por Christian Martínez Santos.

El 11 de septiembre del 73 fue el día que cambio la vida de muchos, entre esas vidas estaban las de muchos cercanos a mí, que con grandes anhelos de justicia y libertad lucharon con consecuencia y coherencia, pensando en dar la vida si es que fuera necesario. Miles fueron los perseguidos, los torturados, los desaparecidos y los asesinados, miles son y serán los que carguen con el peso de llevar la historia de vida de estos personajes, y miles deberíamos ser los que rescaten, cuenten y reconstruyan esas historias olvidadas, con el fin y la convicción de que nunca más nadie deba volver a tomar la decisión de defender la libertad y justicia con su propia vida.

Yo nací en el 90, soy parte de la generación que por poco tiempo no nació en dictadura, de haber nacido mePublicar entradases antes, tampoco habría nacido en un país en dictadura. Mis padres habían llegado a Bélgica a principios del 89, en un autoexilio para preservar, durante el poco tiempo que le quedaba a la dictadura de Augusto Pinochet, intacto el pequeño núcleo familiar que habían formado. Era el segundo exilio de mi padre.

La madurez, la valentía, la consecuencia y la coherencia de la vida de mis padres, es, a mi parecer, lo que ha producido que mis hermanos mayores y yo veamos la vida de estos no como algo terrible, sino más bien, como algo que hay que ver con orgullo y honor.

Durante mi corta vida, nunca me han contado cosas que no quiera escuchar, y nunca han negado respuesta a mis dudas. Una de las pocas cosas que jamás he preguntado y que por el momento no espero preguntar, es cómo fueron las torturas que a mi padre realizaron, por cuánto tiempo y quiénes fueron, si es que él tuviera conocimiento.

Mi padre era militante, activo y combativo, del MIR, mi madre, en cambio, fue una gran luchadora social en organizaciones como el CODEPU, AFPP, AFEP, AFDD y los CAP, de este último mi madre fue la creadora en la zona norte. En mi padre la militancia despertó en los 70 y en mi madre despertó su espíritu de luchadora social en los años 80, cuando empezó una relación con mi padre, la que dura hasta hoy en día. La relación de estos dos luchadores ha dado como fruto a tres hijos varones, agradecidos y orgullosos de la vida que nos han dado, y honrados de poder transmitir a la gente la opción de vida que mis padres tomaron durante la dictadura militar.

Nunca les vimos llorar, nunca les hemos escuchado victimizarse, nunca les hemos visto sufrir por la opción de luchar contra la dictadura que tomaron, y jamás, jamás, nos sentimos vulnerados por nadie ni nada, aun en un país extranjero, aun en las visitas a la cárcel que hacían mis hermanos, aun cuando la muerte rondaba a mis padres.